Todos los días, entre las 10 y las 12, te pienso. Veo tu
rostro claramente y recuerdo que no te he conocido, que tan solo he soñado
nuestro encuentro. Sé que estás allá afuera, en alguna parte, buscándome. Yo
aquí en ansiosa espera, mordiéndome las uñas, dando vueltas en la habitación. ¿Por
qué tardas tanto? ¿Acaso no has leído mis cartas llenas de propósitos? Ven,
toma mi mano, vamos a caminar. Prometo ser quien digo ser, prometo ser
congruente.
Llévame hasta lo más alto y aviéntame hacía abajo, levántame
y vuélveme a tirar, aplástame si quieres, pero conviérteme en mejor persona. Rompe
mi corazón, tíralo a la basura, recoge los pedazos y únelo de nuevo, pero muéstrame
lo que es el amor. Infla mi ego o destrúyelo, pero enséñame una valiosa lección.
¿Será que necesito ser más paciente, porque todo llega al
tiempo que debería? ¿Porque veo entonces a mis amigos de infancia y veo que ya
los has alcanzado, otorgándoles grandes alegrías y éxito?
Mis padres siempre dijeron que yo haría grandes cosas, que
voltearía al mundo de cabeza o llegaría a la luna. Pero estoy aquí, en tierra
firme, en el mismo lugar que hace siete años, haciendo casi lo mismo. Despertando todas las mañanas con la misma interrogativa: ¿Qué camino debo elegir?
Por un lado se encuentra la danza, por otro la sociología y por otro el voluntariado. Quisiera encontrar la manera de hacerlo todo, ayúdame.
¿Cuándo vendrás a mí, destino?
Por un lado se encuentra la danza, por otro la sociología y por otro el voluntariado. Quisiera encontrar la manera de hacerlo todo, ayúdame.
¿Cuándo vendrás a mí, destino?
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