domingo, 4 de marzo de 2012

6.

He susurrado tu nombre al viento hasta el cansancio. Le he pedido que te lleve una brisa, un soplo, un vendaval, algo que te haga saber que te pienso, que haga tu sangre vibrar y de pronto recuerdes que me quisiste, que me quieres. Es inútil: tienes el pasado tatuado en el orgullo, y en tus ojos se asoman graves y profundas heridas. Le temes a una caricia, a cualquier gesto que demuestre cariño: me temes.

¿Qué hago entonces con esto que siento aquí adentro, clavado? ¿Cómo arranco el sentimiento? Dime cómo hago para que no me importe, para estar tranquila. No me alejes, cobarde. No me sueltes, te pido. Vuelve tus ojos hacia mí, vuelve.

Te estaré esperando un tiempo, al menos hasta que me dé cuenta del gran error que cometo al creer que regresarás. Tu mente ya está en otro lado: has decidido seguir adelante. Tal vez te resulta necesario irte de mí. Tal vez descubriste que te estaba anclando. Si es así, ¿quién soy para impedir tu partida? 

Solo espero que verdaderamente encuentres camino, que no me hayas hecho a un lado para seguir siendo el mismo. Avanza, deja a un lado aquel que has pretendido ser. Muéstrate al mundo. Ya no te escondas más bajo esa máscara usada por muchos. Comienza a vivir sin miedo a sentir. Me hubiera encantado descubrir contigo cuánto puedo amar, hasta dónde puede llegar mi sacrificio, mi suplicio. Me siento lista para ti, pero tú no lo estás para mí. Nos estamos viviendo a destiempo, y eso, amor mío, nos está matando.










   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario constructivo: