domingo, 29 de enero de 2012

1.


Sé de memoria el trozo de cielo que se asoma por mi ventana. Él ha estado conmigo estos últimos años, tan arrogante y perenne..., mirándome ahogar gritos, esbozar sonrisas y saborear unas cuantas lágrimas. En él, navego noche tras noche hasta olvidar lo que he sido, lo que soy y lo que seré. Al observarlo me convierto en un ser atemporal que disfruta del ritmo de su respiración, en amable soledad y, por lo tanto, a salvo. 


Soy la única persona en la que confío para pasar momentos así. Cuándo he querido compartir mi vacuidad, me encuentro con que las personas bostezan, mueven insistentemente los pies, revisan sus celulares o sin más, se duermen. Así que reservo el vacío para él cielo, la lluvia, el frío, el trago solitario, lo reservo para siempre. Para siempre: mío. 


Pueden pasar horas para que estando en estado contemplativo. me alcance el sueño. Por lo tanto cerraré los ojos y dejaré que todo el peso de lo vivido caiga sobre mi cuerpo. Aunque sé que me hallaré con la interrogativa que ha venido resonando en mi cabeza desde los 15 años: ¿Desde cuándo está el silencio como uno más de la familia?                                                                                                             Nunca he tenido el valor de indagar. Temo que me rompa por completo, prefiero seguir escribiendo hasta que ya no pueda más y ningún pensamiento pueda atormentarme.


Un día como hoy no puede concluir con algo roto. He hecho un descubrimiento: se me ha congelado la sensibilidad y creo que ha sido por todo lo que ha pasado en estos meses. Fueron tiempos difíciles en los que me convertí en el camión de basura de mis padres y no me permitía sentir. Ellos se encuentran en esa etapa en la que se arrepienten de no haber hecho esto o aquello. Y a pesar de que mi hermano y yo somos hijos planificados, somos el reflejo de los años desperdiciados.  No entiendo esa actitud que toman de derrota y flagelación. Solo sé que empezaba a afectarme y eso no podía permitirlo. Así que cerré la puerta a toda emoción.  Me convertí en una mujer gris que no desea saber lo que sabe. Aquella que se arma de valor y cruza las sombras diariamente. La que tiene la enorme necesidad de alejarse y de no formar un lazo afectivo. Soy experta en construir situaciones que me lleven a la total decepción y destrucción de imagen de cualquier persona que desee acercarse a mí.
No creo cambiar pronto. Después de todo me fui acostumbrando a estar un poco muerta.