Me he dado cuenta de la complejidad de las relaciones
humanas. Es muy fácil iniciar una conexión, pero resulta muy difícil mantenerla. Miro hacia atrás y recuerdo a las personas que han entrado a mi vida.
Todas se han ido.
Durante mucho tiempo creí que ellas se alejaban porque
estaban avanzando, que yo había caído en
una especie de pantano. Después de muchas noches de desvelo y trabajo de introspección, descubrí que eran
ellas las que se habían rezagado. Se conformaron con lo que tenían enfrente,
con lo que conocían. Ya no se preocupaban por aprender, por trascender. Empezaron
a vivir cómodamente.
Fue cuando me volví persona non grata para muchos. Me convertí en la amiga desorientada, aquella que experimentaba, cuestionaba y callaba cuando todos reían. Poco a
poco me fui apartando. Tengo conocimiento de que muchos de
ellos siguen frecuentándose. A veces me pongo a pensar si recuerdan cuando éramos
amigos. O si se preguntan por qué ellos están en donde están y yo no.
Luego sacudo la cabeza y disipo todo pensamiento nostálgico. Cae sobre mí una
verdad: todos somos presa fácil del olvido. En la actual “sociedad líquida”,
como la llama Zygmunt Bauman, los vínculos humanos se han debilitado. Incluso
aquellos que creemos necesarios, como los sanguíneos, han pasado a ser
prescindibles.
Soy consciente de que la soledad es una condición humana. Pero, aún así, hay días en que no puedo soportar el vacío.
Días en los que siento un vértigo estancado en las entrañas. Días como hoy, uno
más de tantos, en los que decido tirarme al suelo por horas. No quiero que
nadie me llame por teléfono, que nadie toque a mi puerta. Quiero estar aquí,
conmigo: sin ruido ni sonrisas falsas, sin abrazos desabridos o regalos forzados.
Exijo paz en mi aislamiento. Voy a pensar. No en quién soy, sino en lo que
tengo que hacer, para ser quien quiero ser. Me siento con ganas de nacer de
nuevo y soltar los pormenores del pasado, porque aquello que fui el año
anterior, no quiero serlo este.
Tal vez ha llegado el momento de enfrentar mis temores, de enamorarme o buscarme un amigo. Tal vez corra el riesgo de construir algo
aún sabiendo que va a terminar. Aunque, pensándolo bien, ¿a quién quiero
engañar? No creo tener la capacidad de abrirme por completo. Me conozco
demasiado, también el contexto bajo el cual me he formado. Soy peligrosa y no
quiero causar daño, no hoy, porque un
día igual a este, hace 23 años, vi por primera vez la luz del día y probé el llanto. Y hoy, 26 de febrero de 2012, mis lágrimas se han vuelto más saladas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario constructivo: